.

.

domingo, 10 de septiembre de 2017

POLICÍAS Y BANDIDOS en suplemento Generación


POLICÍAS Y BANDIDOS EN SERIE EDITORIAL
Periódico EL COLOMBIANO, suplemento Generación, Septiembre 10 2017




El Fondo Editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana presenta una colección dedicada a inspectores, policías y bandidos. Con esta serie, se le quiere dar impulso a la novela negra en Colombia, en una gran apuesta.







En la presentación de esta colección, explica el escritor Emilio Alberto Restrepo, que "la producción de novela negra en Colombia es más una excepción que una regla y obedece casi siempre a las iniciativas aisladas y muchas veces personales, que no configuran un movimiento literario como tal , a pesar de que en  todo el mundo esté experimentando un nuevo auge, con escritores de oficio y lectores fieles que responden con crece a las expectativas del mercado ".
Señala, igualmente, que "la novela explora el mundo profesional del crimen, haciendo una disección de su entorno, preponderantemente urbano, profundizando en las características más oscuras y abyectas de la Ciudad y de la sociedad. En ella, el objetivo no es solo resolver el crimen, responder a las preguntas de quién y cómo, sino saber el dónde y el porqué, yendo más allá de lo aparente, dándole la importancia debida a los hechos y las cosas que rodean el misterio, recordando que detrás de él, siempre hay unos seres humanos derrotados y en decadencia y otros que se obstinan en aproximarse a la verdad, no importa lo dolorosa que sea lo que se paga por ello ".
Para el autor, esta colección del Fondo Editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana, "marca un hito: porque apoya la producción local con sagas de personaje, con escritores antioqueños que sin complejos de inferioridad escriben para un mundo globalizado, pintando desde adentro un entorno de ciudad que padecen y conocen, con detectives originales que historia tras historia narran los entresijos de esa urbe despiadada que ruge bajo los pies de una metrópoli caótica e indiferente, con un humor irreverente y una ironía que les da una mirada muy particular ".
Define la serie Policías & Bandidos como un esfuerzo coherente y riguroso en el que ya hay publicados dos libros de cada uno de los personajes, con la idea de que se extienda, "dándoles continuidad a través de las historias contenidas en novelas cortas que privilegian el entretenimiento y la complicidad con el lector ".
En este primer momento de la colección están: el ex inspector Rambertde Memo Ánjel , "que en este volumen reúne su caso, esta vez ambientado en el Caribe"; el fiscal Rosado, de John Saldarriaga , "que hurga en los rincones oscuros de Medellín para resolver el crimen de un teatrero" y Joaquín Tornado, de Emilio Alberto Restrepo , "en esta ocasión contratada para investigar el crimen de un futbolista de élite que juega en Europa y que regresan a una víctima de un atentado ".
Ellos presentarán sus nuevos libros durante una conversación en la Fiesta del Libro, en el Planetario, este domingo 10 de septiembre, a las 8:00 de la noche, y en Medellín Negro, en el Jardín Botánico, el miércoles 13 de septiembre, a las 3:15 de la tarde
En estas páginas, John y Emilio Alberto hablan sobre sus protagonistas, y la periodista Ana Cristina Aristizábal se refiere al personaje de Memo Ánjel.


El caso Faráz: Rambert en el Caribe
Ana Cristina Aristizabal U.
Joan Rambert, el exinspector catalán, traído a la existencia por el escritor Memo Ángel, ha hecho una nueva aparición en el Caribe. Por aquellas cosas del destino, recibe en su Barcelona natal un contrato que obliga a investigar un crimen al otro lado del mundo; caso en el que termina perseguido, huyendo en el medio del asfixiante sol del trópico donde tiene que usar toda su experiencia detectivesca para salir con vida.
Habíamos conocido a Rambert cuando presenció un crimen en Barcelona. En ese momento estaba averiguando por unos chinos y terminó viendo ante sus propios ojos el crimen de un marroquí cuyo arete conduce por los extraños caminos del mundo de Teresa Gárgolas. En el siguiente caso, debe investigar el crimen de dos a los que se encuentran unos papeles que un lupa tienen pintadas unas flores y en el centro de cada una, la palabra oro. Luego está contratado para aclarar un suicidio pero, dudando de esa versión, una nueva pista comienza con la hipótesis de que alguien puede ser asesinado a punta de ópera. Y, finalmente, reaparece Rambert en el Caribe, luchando por la vida después de ser engañado por no leer la letra menuda del contrato.
En medio de un mundo desordenado, alucinado por la cabeza y la caza diaria de algún contrato que el autor de la supervivencia, el ex inspector, ahora metido un detective, el caso de los casos que se desarrollan en el medio de los más absurdos escenarios de cambio por la rica y cultivada imaginación de Memo Ángel, su creador.
En el Caribe, resolviendo el caso Faráz, Joan Rambert se encuentra con un mundo impredecible y delirante, un poderoso embrutecedor donde las mujeres se dirigen más de lo que acostumbran las europeas y boleros, merecumbés y salsa sinfín en el traganíquel de los bares adornados con afiches de jugadores de béisbol.
Hasta ahora, ninguna de las actuaciones de Rambert había sido tan atropellada: un constante huir mantiene el lector expectante y alerta ante las peripecias y desgracias que tiene que vivir en tierras inundadas de sol, santería, chinos karatecas, bravucones que pierden peleas y situaciones jocosas que se describen con ingenio y diversión.
En las novelas de Rambert no hay violencia ni sangre, aunque se describa un crimen o se investigue un asesinato. Con Rambert en el Caribe el lector no tiene otra opción que reír con sus ocurrencias y la forma como va resolviendo cada problema.
Como todo el mundo creado por la literatura de Memo Ángel, que brilla por no hay lugares comunes, esta serie de Rambert, es una deliciosa apuesta por la descripción del absurdo posible. Toda la maestría de Ángel con su experiencia literaria, de viajes, de lectura y de academia, está reflejada en una persona y una trama que, aunque se circunscriben en el género de detectives, es realmente una obra de la literatura con toques de cultura universal , donde el lector tiene asegurado un rato de diversión y distensión.

Auto-semblanza de Joaquín Tornado
Emilio Alberto Restrepo
Llevo quince años gastando las calles de la ciudad con mis zapatos. Me la conozco de memoria, el norte, el sur, los barrios, las lomas. He robado luz a sus neones y decibeles a sus ruidos: en ciertas horas son un rugido y en otras me recuerdan una selva sigilosa, lista para el zarpazo. Me he percatado de sus humos, sus olores y mi piel se ha insolado por el rigor de la canícula del medio día y ha tiritado con la escarcha de sus fríos de madrugada. Siempre descubro algo nuevo, algo sorprendente, algún tipo de maldad desconocida, alguna nueva forma de desplumar al prójimo, de timar al Estado o de brincarse las leyes. He explorado cada rincón, almacén, hotelucho o motel. He violado cerraduras, intervenido teléfonos, mentido con descaro cuando había sido necesario, al que sea, donde sea, por lo que sea. Tengo una ventaja: paso fácil desapercibido, no dejo huellas, nadie voltea una segunda vez a mirarme, puedo estar varias horas en una cafetería y nadie repara en mí. Tengo un aspecto demasiado común. Tanto, que he llegado a pensar que  soy invisible. Las miradas me traspasan, mi voz nunca se impone; al chocarse con mi mirada, ningunos ojos se sienten escrutados, ni siquiera oteados por equivocación. Me han presentado un mismo personaje cuatro veces sin que me recuerde. Me he tropezado con una chica con la que tuve una noche desenfrenada y ni se ha enterado. A una oficina que he ido simulando ser mensajero, cobrador, cliente en busca de orientación, ciudadano extraviado.  Sin hacer cambios en mi aspecto, sin levantar sospechas. 
Ningún callejón tiene secretos para mí. Me he deslizado como roedor por sus laberintos, he sido sombra de candiles y farolas, me refugiado detrás de un sombrero, o mimetizado en los muros llenos de grafitis. Conozco jíbaros, gamines y policías encubiertos. Tengo en mi cabeza referencias de putas, prontuario de chulos, antecedentes de cantineros, costumbres de taxistas y sus vicios más abyectos. Conozco metederos, expendios, sitios de contratación de sicarios, oficinas de blanqueo de cheques, imprentas de dinero-falso, talleres de piratería. Sé donde los inspectores reciben las mordidas, donde los pederastas regatean la carne fresca que gozarán al escondido de sus esposas. Conozco casas de citas, sitios de encuentros y desencuentros, quién lee las manos, las cenizas del tabaco, el pasado, el futuro. Quién trae de regreso al ser amado, quién cura con rezo una enfermedad terminal y quién del número-fijo para ganarse la lotería. He tenido en mis manos el catálogo de los chicos y chicas más apetecibles de la ciudad, disponibles cuando salen para el colegio o con los amigos a estudiar; sé cuánto cuesta una noche con el modelo o con la presentadora de moda y sé cómo hacer el contacto. He estado en las mejores rumbas clandestinas y por estar haciendo un seguimiento, he consumido pastas, poppers, yerba, polvos y toda cuanta porquería entra por boca o nariz. Por las venas no he metido nada, por el contrario, he estado a punto de perder la vida por ellas, cuando una herida ha amenazado con desangrarme.  
Entiéndanme, la calle tiene sus peligros. Hay que pisar blandito y andar con cuidado, con los cinco sentidos, porque si no, uno puede terminar devorado en sus fauces.

El fiscal Rosado, en la mira del hampa
John Saldarriaga
Ya le tengo analizado al tal fiscal. ¿Me dijo que se lo investigara y que en el informe no le ahorrara los detalles? Pues aquí estoy sonando como una cajita de música. Le traigo sus señas, patrón. Su nombre es Óscar Rosado. ¿Ah, conque pensaba que lo de rosado era por el color que mejor representaba su personalidad? No es la primera vez que oigo ese comentario, pero no, es su apellido real.
Es el director de la Unidad de Investigaciones Criminalísticas Número 13. Nació y se crió en un barrio popular, frenteando el corte. Tiene fama de que vio morir muchos de sus amigos de infancia. Se repite que su hermano, menor que él, cayó en un tiroteo por una plaza de vicio, y que el levantamiento de cadáver el tocó hacerlo a él, cuando apenas hacía la práctica en el Tecnológico, como auxiliar de un fiscal borrachín. Dicen que, como a su hermano, le sobraron ofertas para que hiciera las vueltas más torcidas. Ya tendría plata.
Rosado es un sujeto de piel trigueña, 1,85 de estatura, delgado y atlético, de ojos grandes, bien despierto. Tiene cejas tupidas, bien afeitado, gafas de miope con montura negra. Cabello negro cortado con cuchilla número tres por un peluquero que con él no se muere de hambre, y va peinado con la raya a la izquierda. Es un tipo perfectamente organizado, con la camisa de un solo color metida por dentro de un pantalón oscuro de raya bien marcado y sujeto con una correa negra de cuero, y zapatillas del mismo color y el mismo material. En una palabra, pulcro y cuidadoso con su apariencia. A veces, cuando hace frío, usa buzo de lana. El rostro es tenso pero los movimientos aparentemente tranquilos, medidos, pensados. No se estrese, patrón, que también le hice fotos.
Casi podría decirse que Rosado es escrupuloso. Con decir que  pasó dos horas indagando a un reo en su celda y en ese lapso, el sujeto que se fumó una docena de cigarrillos que el mismo fiscal el llevó, sí, para soltarle la lengua, y salió de allí renegando porque a esa hora su impecable ropa y su cabello debían estar pasados ​​a nicotina y no tenía tiempo de ir a cambiarse. Se conformó con impregnarse de loción apenas entró en su despacho y quedarse así el resto del día.
Cuando piensa, se va de este mundo. Le da vueltas entre las manos y ante sus ojos a una lechuza de piedra caliza que le regaló su papá cuando supo que el encargaron conforman la Unidad de Investigación. El viejo Óscar la mandó hacer a un artista local, quien por su propia iniciativa grabó en la base un mensaje en griego, dos palabras que me están averiguando.
Rosado es dueño de cierta egolatría. Cuentos que en soledad escucha a la lechuza decirle: "Eres un sabueso, Rosado. El mejor de todos. ¿Lo sabías? ". Y que le dice a veces cómo resolver los casos.
Comenzó a estudiar Derecho cuando iba por la mitad de Criminalística y estudiaba los dos asuntos al mismo tiempo.
Es adicto a las gomitas dulces. Siempre va mascando alguna y, en momentos de ansiedad, un puñado a la vez. Tiene una afición: el canto. Hace una parte de un coro.
Cuenta con tres asistentes: Tyson, Rengifo y Caro, más fieles que las abejas.
Entre los casos que más han dado que hablar están los de la gallina saraviada, en el que descubrió quién estaba detrás del asesinato de la mamá de un pillo grande; el homicidio de un trapo rojo en el barrio fino aunque decadente, y la de un actor dramático: un sujeto del teatro que apareció muerto en una casa de masajes recreativos. Si quiere enterarse de esos sucesos, yo se los consigo porque se convirtieron en libros. Mi hermana que es una vaga, ya terminó de leerlos.
El Rosado ese se pavonea diciendo que no tiene precio, pero uno nunca sabe, patrón: tal vez no ha llegado a la horma de su zapato. Y si se va a poner de muy gallo fino, pues, usted sabe ...
¿Qué tipo de tantos detalles? Ah, viejito: las calles tienen oídos; las paredes, ojos, y las esquinas, bocas ".

No hay comentarios:

Publicar un comentario